
El desarrollo del proyecto arquitectónico es una
actividad múltiple y compleja, amparada por la toma de decisiones únicas,
irrepetibles y personales, que ponen en juego todo el conocimiento y la
creatividad del proyectista. La arquitectura, como actividad proveniente del
intelecto humano, nos obliga a una verificación crítica permanente de nuestro
entorno, al reconocimiento global del medio en que se desarrolla, y al
conocimiento del pasado y del presente como herramientas indispensables para el
desarrollo de una actividad que se proyecta hacia el futuro. Así, la enseñanza
de la arquitectura debe ser capaz de integrar muy distintas materias y
conocimientos que afectan a todo cuanto rodea al hombre, desde la tecnología
hasta el clima, pasando por los comportamientos sociales, la memoria y, por
supuesto, la percepción sensorial.